23/12/2023
Durante mucho tiempo, la figura de Noé ha sido objeto de interpretaciones diversas, especialmente en lo que respecta a su papel como 'predicador de justicia'. Es común escuchar que fue un profeta frustrado, dedicando más de un siglo a una predicación infructuosa, sin ver un solo alma arrepentirse fuera de su propia familia. Sin embargo, esta narrativa, aunque popular, no se alinea con lo que las Escrituras realmente revelan. La Biblia nos presenta una perspectiva mucho más profunda y significativa de la misión de Noé, una que redefine lo que significa ser un predicador de justicia y que ofrece valiosas lecciones para cualquier persona que aspire a proclamar la verdad divina, ya sea desde un púlpito, en la vida cotidiana o incluso llevando un uniforme.

Noé: ¿Un Profeta Frustrado o un Mensajero de Juicio?
El Contexto de la Corrupción y la Decisión Divina
Para comprender el verdadero ministerio de Noé, es fundamental situarnos en su contexto. Génesis 6:12 nos describe una tierra profundamente corrompida, donde la maldad humana había alcanzado niveles inimaginables. La violencia llenaba cada rincón del planeta, y la depravación era generalizada. En medio de esta oscuridad, Noé, cuyo nombre significa 'consuelo' o 'descanso', encontró gracia ante los ojos de Dios (Génesis 6:8-9). Dada la magnitud de la corrupción, uno podría esperar que Dios enviara a Noé con un mensaje verbal de arrepentimiento, un llamado urgente a la transformación para salvar a la humanidad de su inminente destrucción.
Pero, ¿es esto lo que realmente sucedió? ¿Hay algún registro bíblico que documente a Noé predicando verbalmente un mensaje de arrepentimiento a su generación? Si analizamos cuidadosamente el relato en Génesis, la respuesta nos sorprenderá y nos permitirá desmantelar la idea del 'predicador frustrado'.
Las Órdenes Específicas de Dios a Noé
Con el aumento de la población, los problemas morales de la humanidad se agravaron, llevando a Dios a una decisión drástica y soberana: poner fin a toda carne. En Génesis 6:13, Dios le comunica a Noé: “He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; por eso voy a destruirlos junto con la tierra”. Este versículo es crucial, ya que establece el tono y la naturaleza de la misión de Noé. Las órdenes que Dios le dio fueron claras y precisas, pero no incluían un llamado a la predicación verbal de arrepentimiento.
En lugar de ello, Dios instruyó a Noé para que construyera un arca, un gigantesco navío diseñado para la salvación de su familia y de dos de cada especie animal. Las indicaciones eran meticulosas: “Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura. Una ventana harás al arca, y la acabarás en un codo de elevación por la parte de arriba; y la puerta del arca pondrás a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero” (Génesis 6:14-16). Cada detalle, desde el material hasta las dimensiones, fue especificado por Dios. Noé escuchó y obedeció meticulosamente, sin que la Biblia revele un solo verbo o indicador de que, antes de la entrada al arca, hubiese predicado para que alguna persona se arrepintiera. Su aflicción y tristeza ante el anuncio del cataclismo debieron ser inmensas, pero su respuesta fue la obediencia silenciosa y laboriosa.
La construcción del arca por parte de Noé no fue un mero acto de fe; fue, en sí misma, una poderosa declaración. Como se afirma en Hebreos 11:7: “Por la fe Noé, siendo advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor reverente preparó un arca para la salvación de su casa, por la cual condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe”. Su obediencia al construir el arca fue el acto que, de hecho, condenó al mundo, al evidenciar la fe de Noé y la falta de fe de los demás ante la inminente sentencia divina.
La Verdad Revelada por Jesús y Pedro
Jesucristo mismo confirmó que la generación de Noé no comprendió el juicio que se avecinaba. En Mateo 24:37-38, Jesús dijo: “Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre”. La clave aquí es el verbo 'comprendieron', que sugiere que no tuvieron la experiencia de escuchar un llamado al arrepentimiento, sino que la comprensión les llegó solo cuando el diluvio los alcanzó, confirmando su muerte inevitable.
Entonces, ¿cómo encaja 2 Pedro 2:5, donde se identifica a Noé como un 'predicador de justicia'? Pedro afirmó que Dios “tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, un predicador de justicia, con otros siete, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos”. La frase 'predicador de justicia' en este contexto no se refiere a un llamado a la conversión que la gente pudiera aceptar o rechazar. La palabra griega para 'justicia' aquí, según el contexto, puede significar el juicio destructivo de Dios.
A diferencia de profetas como Isaías o Jonás, quienes predicaron un mensaje de juicio inminente que podía evitarse mediante el arrepentimiento, o de Juan el Bautista, Jesucristo y los apóstoles, que predicaron el evangelio de arrepentimiento y salvación, el ministerio de Noé fue diferente. Su 'predicación' no fue un llamado verbal al arrepentimiento, sino una obediencia visible y persistente a la orden de Dios de construir el arca. Esta acción, que duró décadas, fue un testimonio constante de la inminente sentencia de Dios. Al obedecer, Noé predicó con su vida un mensaje de juicio inevitable para su generación, un juicio que él mismo experimentó en parte y que culminó en la condena del mundo.
Los Desafíos del Predicador: ¿Dónde Poner la Confianza?
La historia de Noé nos enseña que la predicación va más allá de las palabras; es una manifestación de fe y obediencia que puede anunciar tanto la salvación como el juicio. Sin embargo, el ministerio de la predicación, en cualquier forma que tome, está plagado de trampas. No solo nos referimos a los desafíos evidentes, como el orgullo, que el apóstol Pablo ya advirtió (1 Ti. 3:6), sino a otros menos evidentes que pueden desviar la confianza del predicador del lugar correcto.
Las Trampas Ocultas en el Ministerio de la Predicación
Es fácil para un predicador, consciente o inconscientemente, depositar su confianza en sí mismo o en elementos que, aunque importantes, no son la fuente última de poder y eficacia. Identificar estos peligros es crucial para mantener una perspectiva bíblica y sana del ministerio.
Cinco Lugares Equivocados para Depositar la Confianza
1. La Preparación Minuciosa
La preparación es esencial. La predicación es un trabajo arduo que requiere estudio diligente y reflexión profunda. Una buena preparación puede y debe infundir una cierta disposición y confianza al predicador. Sin embargo, nunca debemos confiar en nuestra preparación como si fuera suficiente para el éxito de la predicación. Nuestra exégesis, nuestro descubrimiento homilético o nuestro tiempo en los comentarios son necesarios, pero pueden fallar. El Espíritu Santo no está limitado por la calidad de nuestra preparación, aunque la bendiga.

2. La Condición Espiritual Personal
A veces, un predicador puede sentirse más seguro en el púlpito cuando su alma está en un buen momento espiritual. Si su devoción personal es fuerte, tiende a creer que su predicación también será efectiva. Esto puede convertir la devoción en una especie de preparación en la que confiamos. Pero, ¿qué ocurre durante las 'estaciones secas' del predicador? Si caemos en esta trampa, los momentos de aridez espiritual pueden minar nuestra seguridad y hacernos dudar de nuestra labor. Dios puede usar a un Elías deprimido o a un Jeremías en llanto con tanta eficacia como a un apóstol que se regocija en una cárcel. Debemos cuidar nuestras almas (1 Tim. 4:16), pero no confiar en su estado como medida de nuestra eficacia en el púlpito.
3. Los Dones y Talentos Naturales
Vivimos en una época donde se enfatizan los 'dones' y 'talentos'. Es común escuchar: 'Él tiene un don especial' o 'Es un predicador con mucho talento'. ¡Alabado sea el Espíritu Santo por dotar a la Iglesia con personas talentosas (Ef. 4:11)! Sin embargo, una dependencia excesiva de los dones puede llevar a la falta de preparación o al descuido del alma. Los dones pueden cubrir una multitud de pecados, y algunas iglesias pueden llegar a preferir 'hombres dotados' en lugar de hombres piadosos. Aunque nuestros dones pueden abrirnos puertas (Prov. 18:16), no pueden soportar el peso del evangelio y del ministerio de la predicación. Debemos administrarlos, no confiar en ellos.
4. La Inspiración o Ideas Brillantes
Los predicadores a menudo encuentran un punto revelador en el texto, una idea o aplicación poderosa, y comienzan a confiar en ese '¡ajá!' en su predicación. Es increíble cómo una idea puede abrumarnos durante la preparación del sermón y nos lleva a pensar: '¡Esto será poderoso!'. Construimos el sermón alrededor de ese punto, a veces perdiendo de vista el texto mismo. En el momento de la predicación, nos dirigimos hacia esa idea como una frase clave que, confiamos, sostendrá todo el sermón. Pero las personas no necesitan nuestras ideas; necesitan la Palabra de Dios. A veces, esas ideas son realmente para el predicador, una forma en que el Señor rompe la monotonía de nuestra preparación para hablarnos a nosotros mismos. No confiemos en nuestras ideas más que en la simple explicación y aplicación de la Palabra de Dios.
5. Los Comentarios y la Retroalimentación del Pueblo
Quizás los momentos más peligrosos en la vida de un predicador son esos 20 minutos saludando a las personas al salir del servicio. Se intercambian sonrisas, se dan peticiones de oración, se cuentan chistes y se recibe retroalimentación. La forma en que el predicador maneja estos comentarios es determinante. La retroalimentación crítica puede aplastar; la retroalimentación positiva puede inflar. Todo, desde el desánimo hasta el orgullo, puede crecer allí mismo en la puerta de la iglesia. Las personas tienen buenas intenciones; su aliento busca ayudar, e incluso los comentarios desalentadores, vistos correctamente, a menudo buscan fortalecer. Debemos aprender de todo y seguir sirviendo en amor.
Pero lo que nunca debemos hacer es confiar en los comentarios después del sermón como una medida final de lo fiel o efectiva que es nuestra predicación. No predicamos (¡o no deberíamos!) por un 'amén'. No predicamos (¡o no deberíamos!) por temor al hombre. No pensamos (¡o no deberíamos!) que esos pocos comentarios representan la totalidad de la iglesia o la totalidad de la obra de Dios. El Maestro realiza su plan mucho más allá de la vista de los hombres. Así que no debemos, finalmente, confiar en los comentarios de nuestro pueblo, o incluso en nuestras propias evaluaciones.
La Verdadera Fuente de Confianza para el Predicador
En nuestra lucha por depositar la confianza en el lugar correcto, debemos recurrir a la misma Palabra de Dios. Permítanme sugerir dos pasajes bien conocidos que nos guían:
“Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá sino que riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié” (Isaías 55:10-11).
“Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento. Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas ¿quién está capacitado? Pues no somos como muchos, que comercian con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo” (2 Corintios 2:14-17).
Isaías nos recuerda que la Palabra de Dios cumple su propósito. No volverá nula, vacía o ineficaz. ¡Esto es una buena noticia para el predicador! Permita que la Escritura haga el trabajo. En la batalla por depositar nuestra confianza en el lugar adecuado, pongamos nuestra confianza en la Palabra de Dios.
Pablo nos recuerda que también debemos poner nuestra confianza en el Dios de la Palabra. No somos suficientes para predicar a Cristo por nosotros mismos. No somos suficientes para interponernos entre los aromas de la competencia de la muerte y la vida, entre los que perecen y los salvados. Y si lo intentamos, podemos encontrarnos siendo 'vendedores ambulantes de la Palabra de Dios'. En lugar de eso, clamamos: “¿Quién es suficiente para estas cosas?” y respondemos: “¡Solo Dios!”. Solo tenemos que ser 'hombres sinceros' quienes 'con la visión de Dios... hablan en Cristo'. Él es nuestra fuerza y esperanza, nuestra suficiencia.
Predicadores de Justicia en la Sociedad Moderna: El Caso de los Agentes Policiales
Cuando el Uniforme se Une al Mensaje Divino
El concepto de 'predicador de justicia' trasciende los límites de un púlpito tradicional. Se manifiesta en la vida y las acciones de quienes, por su fe, se sienten llamados a proclamar la verdad divina en sus respectivos contextos. Un ejemplo notable y contemporáneo de esto lo encontramos en la reciente iniciativa de agentes de policía cristianos en la ciudad norteña de Tumbes, Perú.
Estos agentes, vestidos con su uniforme reglamentario, decidieron ir más allá de sus deberes cotidianos, compartiendo la Palabra de Dios por diversas calles de la ciudad. Llevando la Biblia en mano y repartiendo folletos con mensajes bíblicos, hicieron una declaración pública de su fe. Uno de ellos, en un video que se hizo viral, dejó en claro que, aunque el reglamento les exige el uso de armas, su verdadera arma es la Biblia. “Dios bendiga a nuestro Presidente, a nuestros generales del Perú, porque yo tengo fe de que toda la Policía será alcanzada por el poder de Dios, Cristo viene”, proclamó uno de los agentes.

Estos policías cristianos se detenían para saludar a los pobladores y les entregaban material evangelístico. También expresaron abiertamente su desacuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto, proclamando que en Cristo hay Salvación. Sus acciones, aunque no directamente comparables con la construcción del arca, comparten un principio fundamental con el ministerio de Noé: la predicación de la justicia no siempre es un llamado al arrepentimiento verbal, sino a menudo una proclamación visible y activa de la verdad de Dios, sus estándares y sus juicios.
Así como la obediencia de Noé al construir el arca fue un sermón visible que condenó a su generación, la valentía de estos agentes policiales al evangelizar en público es un testimonio visible de su fe y una forma de 'predicar' la justicia de Dios en su sociedad. Su presencia y su mensaje, aunque puedan generar debate en otros ámbitos, desde una perspectiva espiritual representan un acto de obediencia y testimonio, manifestando la fragancia del conocimiento de Cristo, que para algunos será 'olor de vida para vida' y para otros, 'olor de muerte para muerte', tal como lo describe Pablo en 2 Corintios 2:14-17. Su accionar es una forma tangible de dejar el resultado en manos de la soberanía divina.
Preguntas Frecuentes sobre el Predicador de Justicia
La figura del predicador de justicia, especialmente en el contexto bíblico de Noé, plantea varias preguntas que vale la pena explorar para una comprensión más completa.
¿Fue Noé realmente un predicador de justicia, si no llamó al arrepentimiento?
Sí, Noé fue un predicador de justicia, pero su 'predicación' no fue principalmente verbal. Su obediencia al construir el arca durante décadas fue un acto profético y una advertencia visible para su generación. Esta acción, basada en su fe en las advertencias de Dios, sirvió como un testimonio de la justicia divina y del juicio inminente. En este sentido, su vida y sus acciones 'predicaron' el juicio destructivo de Dios que se avecinaba, condenando a quienes se negaron a creer.
¿Qué diferencia hay entre la predicación de Noé y la de otros profetas como Isaías o Jonás?
La principal diferencia radica en el resultado esperado y el contenido del mensaje. Profetas como Isaías y Jonás, e incluso Juan el Bautista y Jesús, predicaron un mensaje de juicio que venía acompañado de un llamado al arrepentimiento, ofreciendo una oportunidad de salvación si la gente respondía. En contraste, la 'predicación' de Noé, a través de su obediencia visible y la construcción del arca, no ofreció una opción de arrepentimiento para evitar el diluvio, sino que testificó de un juicio inevitable y ya decretado por Dios para esa generación.
¿Es la obediencia una forma de predicación?
Absolutamente. En muchos contextos bíblicos y en la vida cristiana, la obediencia a Dios, especialmente cuando implica un acto público o un estilo de vida distintivo, puede ser una poderosa forma de 'predicación'. Las acciones a menudo hablan más fuerte que las palabras. La fe de Noé, manifestada en su obediencia a construir el arca, fue un sermón constante para aquellos que lo rodeaban, demostrando la seriedad de las advertencias divinas.
¿Cómo aplica el mensaje de 'no confiar en uno mismo' a la vida diaria del cristiano, no solo a los predicadores?
El principio de no confiar en nuestras propias capacidades, talentos, preparación o incluso en nuestra condición espiritual es universal para todos los cristianos. Nos recuerda que nuestra verdadera fuerza y capacidad provienen de Dios. Ya sea en el trabajo, en la familia, en las relaciones o en el servicio, debemos depender de la gracia de Dios y de la guía de su Palabra de Dios, reconociendo que es Él quien obra a través de nosotros y no nuestra propia suficiencia.
¿Es apropiado que agentes de policía realicen actividades de evangelización en servicio?
Desde una perspectiva espiritual, para los policías cristianos, sus acciones de evangelización son una manifestación de su fe y un testimonio público de sus creencias, viendo su uniforme y su rol como una plataforma para servir a Dios. La idoneidad de tales actividades dentro de su horario de servicio y en el contexto de las regulaciones institucionales es un tema de debate y consideración legal y ética en cada país. Sin embargo, desde el punto de vista de la fe personal, muchos cristianos ven cada aspecto de su vida como una oportunidad para 'predicar' la verdad de Dios con sus vidas y sus palabras, sea cual sea su profesión.
Conclusión
La historia de Noé nos invita a redefinir nuestra comprensión de un 'predicador de justicia'. Lejos de ser un profeta frustrado, Noé fue un modelo de obediencia que, a través de sus acciones, proclamó el juicio ineludible de Dios a una generación corrupta. Su ministerio no fue un llamado verbal al arrepentimiento, sino una demostración viviente de la justicia divina y la soberanía de Dios.
Para los predicadores de hoy, la lección es clara: la confianza no debe depositarse en la preparación, la condición espiritual, los dones, las ideas brillantes o los comentarios humanos, sino únicamente en la fuerza y esperanza que provienen de la Palabra de Dios y del Dios de la Palabra. Es Él quien obra, y Su Palabra no regresa vacía.
Incluso en contextos inesperados, como el de los agentes de policía cristianos que comparten su fe en las calles, vemos cómo el espíritu de 'predicar justicia' se manifiesta en la vida moderna. Al igual que Noé, su obediencia y testimonio visible se convierten en un mensaje poderoso, recordándonos que el mayor llamado para todo cristiano es proclamar el evangelio, con palabras y con acciones, dejando siempre el resultado en las manos de amor, misericordia y soberanía de Dios.
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