05/01/2024
En el corazón de cada sociedad, existen hombres y mujeres que, con uniforme o desde la clandestinidad, asumen la peligrosa misión de mantener el orden y la seguridad. Sin embargo, detrás de cada titular sobre operativos exitosos o manifestaciones controladas, a menudo se esconde una realidad mucho más cruda: la de los agentes heridos, los que luchan por su vida en un hospital, y aquellos que caen en el cumplimiento de su deber o en las intrincadas redes del espionaje. Esta es la historia de su sacrificio, de sus familias rotas y de la delgada línea entre el heroísmo y la tragedia.

La reciente ola de conflictos y disturbios en diversas regiones ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de nuestros cuerpos de seguridad. Mientras la atención pública se centra en las causas y consecuencias de las protestas, la integridad física y emocional de los policías que enfrentan la turba a diario pasa a menudo a un segundo plano. La desesperación de un padre, el silencio de una Unidad de Cuidados Intensivos, y la polémica sobre la defensa de los derechos humanos de estos servidores públicos, pintan un panorama desolador que merece ser contado con la mayor de las atenciones.
- La Batalla de Pichanaki: Un Héroe en la UCI
- El Alto Costo del Orden: Cifras que Duelen
- Derechos Humanos: ¿Para Quiénes?
- El Misterio de "El Lauchón": Entre Sombras y Balas
- La Doble Cara del Peligro: Riesgos en la Línea del Deber
- Preguntas Frecuentes (FAQ)
- ¿Cuál es el estado de salud actual del suboficial Jhus Klinman Marín Cárdenas?
- ¿Cuántos policías han resultado heridos en las recientes protestas en Perú?
- ¿Quién era "el Lauchón" y por qué fue abatido?
- ¿Se consideran los derechos humanos de los policías heridos en los informes de las ONG?
- ¿Qué tipo de riesgos enfrentan los agentes del orden y de inteligencia?
La Batalla de Pichanaki: Un Héroe en la UCI
El suboficial de la Policía Nacional Jhus Klinman Marín Cárdenas se ha convertido en el doloroso símbolo de la violencia que azota a la nación. Su padre, el señor José Marín, ha viajado con el alma en vilo desde Huancayo hasta Lima, un viaje cargado de angustia y lágrimas, buscando cualquier resquicio de esperanza para salvar a su hijo. La escena de un padre llorando como un niño, impotente ante el destino de su vástago, es un retrato conmovedor de la tragedia que se vive.
La vida del suboficial Marín Cárdenas pende de un hilo, dependiendo exclusivamente de la pericia de los médicos del Hospital Central de la PNP, ubicado en Jesús María, y de la resistencia de su propio organismo. Actualmente, se encuentra intubado, en estado grave e inconsciente, postrado en la Unidad de Cuidados Intensivos del nosocomio policial. Su estado es crítico, y cada minuto es una batalla por la supervivencia.
Con catorce años de servicio en la Unidad de Servicios Especiales (USE), una división especializada en el control de disturbios, el suboficial Marín Cárdenas fue desplegado en Pichanaki. Allí, una numerosa y violenta turba mantenía bloqueado desde hacía varios días el puente principal del lugar, generando caos y desorden. La confrontación fue brutal y despiadada. Los atacantes no se limitaron a lanzar simples objetos; por el contrario, arrojaron piedras de gran tamaño y proyectiles de armas de fuego con una intención clara de causar daño.
Fue en medio de este infernal escenario que el suboficial Marín Cárdenas cayó abatido. Un balazo impactó a la altura de su tetilla derecha, causando estragos devastadores en su cuerpo. El proyectil le rasgó los pulmones, afectó una parte significativa de su hígado y comprometió seriamente sus intestinos. Este incidente no fue aislado; en ese mismo enfrentamiento con los vándalos sediciosos, ocurrido un viernes 16 de diciembre, otros siete policías resultaron heridos. La magnitud de la violencia se reflejó también en el bando de los atacantes, con dos fallecidos y cuarenta y cuatro heridos y lesionados.
Otro de los agentes gravemente heridos en Pichanaki es el joven alférez PNP Cristian Rafael Quispe Ventura, quien también fue impactado por las balas de los manifestantes. Su pronóstico es reservado, y el proyectil de arma de fuego le causó estragos considerables en el abdomen, sumándose a la lista de héroes anónimos que arriesgan su vida por el bien común.
El Alto Costo del Orden: Cifras que Duelen
La situación en Pichanaki es solo una muestra de un problema mucho más extendido. Según las cifras proporcionadas por el Ministerio del Interior, el número de policías heridos desde el inicio de las acciones vandálicas y disturbios en diversas regiones del país se acerca a la alarmante cifra de trescientos. Estos efectivos han sido blanco de turbas sediciosas, demostrando la alta exposición al peligro que enfrentan en su día a día.
El ministro del Interior, César Cervantes, declaró en Radio Nacional que "aproximadamente 300 policías han resultado heridos, de los cuales 4 se encuentran en situación grave. Uno de ellos está en UCI". Este último, presumiblemente refiriéndose al suboficial Marín Cárdenas, había sido intervenido quirúrgicamente el sábado anterior, y la esperanza se centraba en su evolución favorable. Estas cifras no solo hablan de lesiones físicas, sino también del profundo impacto psicológico y emocional que estos eventos dejan en los agentes y sus familias.
Además del costo humano, la violencia ha dejado una estela de destrucción material. Cuarenta locales o edificios de instituciones públicas y privadas, sin contar vehículos y otros bienes, fueron incendiados o dañados con explosivos, según informó el ministro. Este daño patrimonial representa una carga adicional para el Estado y para la sociedad en su conjunto, que ve cómo sus infraestructuras son atacadas en medio de la polarización política.

La Dirección de Sanidad Policial (Dirsapol) ha informado que, hasta ayer, un total de 19 policías han sido trasladados al Hospital Central PNP desde diversas regiones, además de los casos de Marín Cárdenas y Quispe. De Apurímac llegaron 15 agentes, 2 de Junín, 1 de Huancavelica y 1 de Lima, evidenciando la amplitud geográfica de los incidentes y la necesidad constante de atención médica especializada para los heridos.
Derechos Humanos: ¿Para Quiénes?
En medio del drama que envuelve la crisis política peruana, surge una notable controversia en torno al concepto ideológico de derechos humanos y su aplicación. Organizaciones como la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) han sido objeto de críticas por lo que muchos perciben como una selectividad en la defensa de estos derechos. Es de suponer que estos jóvenes policías, y los casi 300 efectivos de la Policía Nacional heridos y lesionados en diversas regiones por las turbas sediciosas, no figuran en las listas o informes destacados por la CNDDHH.
La crítica principal radica en que la CNDDHH, según sus detractores, aplica su concepto de derechos humanos de manera parcial, siempre en favor de uno de los bandos, específicamente el de los ciudadanos de izquierda o los manifestantes. Esta percepción genera un profundo malestar en las fuerzas del orden, que sienten que su trabajo y los sacrificios que conlleva no son reconocidos, y que sus derechos como individuos y servidores públicos son ignorados. La pregunta que resuena en los cuarteles y en el seno de las familias de los policías es: ¿acaso los policías y militares no están incluidos en el goce de esos derechos fundamentales? Esta disparidad en la aplicación de los principios de derechos humanos subraya una división ideológica que complica aún más el ya tenso escenario social y político.
El Misterio de "El Lauchón": Entre Sombras y Balas
Más allá de las confrontaciones directas en las calles, el mundo de la seguridad y el orden esconde otras facetas de peligro, a menudo envueltas en el misterio y la intriga. La muerte de Pedro Viale, conocido en los círculos de inteligencia como "el Lauchón", es un claro ejemplo de ello. Su caída, sacudido por las balas de la Policía en el baño de su caserón en Moreno, conmocionó a la opinión pública y dejó al descubierto la compleja y a veces oscura realidad del espionaje oficial.
Pedro Viale no era un policía uniformado en el sentido tradicional, sino un agente de inteligencia, un hombre que dedicó 36 años de su vida a las operaciones secretas de la SIDE (Secretaría de Inteligencia). Su apodo, "el Lauchón", por el que será recordado entre sus colegas, evocaba su habilidad para hurgar en lo ajeno, para infiltrarse y recabar información en ambientes peligrosos. Su muerte, a los 59 años, con cuatro tiros en el cuerpo, desató una serie de interrogantes: ¿Fue un ajuste de cuentas? ¿El final inexorable de una vida fabricada en los peligrosos márgenes del secreto de Estado? Su caída, sin duda, evidenció la decadencia y el desgobierno dentro de la propia Secretaría de Inteligencia.
La noticia impactó como un aparente hecho policial. Agentes de élite del Grupo Halcón de la policía bonaerense ingresaron en la quinta Viejo Pancho, en el barrio La Reja. Los diálogos por handy policial confirmaron que sabían a quién buscaban: "Cuidado, es un hombre de la SIDE y está armado", se escuchó. La redada formaba parte de una operación más amplia contra una banda de estafadores de escrituras y posible narcotráfico, que incluía otros diecisiete allanamientos simultáneos. Sin embargo, solo para la detención de Viale se desplegó un operativo de tal magnitud, con policías encapuchados, armas largas, chalecos antibalas y un ingreso sigiloso. Como era de esperar, hubo una respuesta del dueño de casa, un fanático de las armas, aunque con poco talento para el disparo. El saldo fue conocido: un policía herido y "el Lauchón" abatido.
Para comprender la historia de Viale, hay que retroceder a 1977, cuando un joven de tez morena ingresó por primera vez a la SIDE. Comenzó en el plantel de ordenanza, en la categoría más baja del personal secreto (B2, IN10), y fue destinado al edificio del Correo Argentino, donde realizaba encargos. Ya con su nombre de fantasía, el agente Vélez, ascendió a un puesto más delicado: revisar los sobres de encomienda privada que algún militar consideraba sospechosa. Fue allí donde conoció a su compinche Raúl Martins, quien más tarde se convertiría en un controvertido dueño de prostíbulos en varios países. De su relación con Martins, denunciada por la hija del "empresario", quedarían para siempre la pasión compartida por el whisky, las mujeres, la noche y las cámaras ocultas.
En la década de los ochenta, Viale tuvo un golpe de suerte. Conoció a Horacio Stiuso, el famoso Jaime, entonces un ascendente estudiante de ingeniería que ganaba prestigio en el área de Contrainteligencia por su capacidad para "pinchar" teléfonos. Jaime lo llevó a trabajar con él, y fue a su lado donde el agente Vélez se ganó el apodo de guerra que lo acompañaría hasta el final: "el Lauchón", por su ductilidad para hurgar en lo ajeno. El área de Contrainteligencia es básicamente operativa, de alto riesgo y de sutil contacto con el delito. Hombres con nombres de fantasía, con armas y autos no registrados, y con presupuestos millonarios, se mueven entre malandras en la pesquisa de contrabandistas, narcotraficantes o supuestos terroristas.
Durante sus veintitrés años como agente en la base secreta de la calle Estados Unidos (en la zona de Once), "el Lauchón" se jactó de una vida nocturna sin límites, que lo llevó a deambular entre suites cinco estrellas y albergues de mala muerte. Era un agente obediente a la jerarquía, pero también altanero y con mucha calle. Se infiltró en bandas y se mimetizó con ambientes peligrosos. Por temporadas, también se le asignó a custodias de riesgo, como las de Eduardo Menem o Domingo Cavallo, y a la cotizada base de la SIDE en el aeropuerto de Ezeiza, una delicada puerta VIP para el acceso y egreso de lo que se les antojara.

Su último cargo fue el máximo al que podía aspirar un hombre con secundario completo: C2-IN6, por lo que recibía un sueldo de 12.000 pesos más otro tanto en viáticos y adicionales. Pero "el Lauchón" no era de los que ahorraban; siempre prefirió su casaquinta de Moreno, cerca del barrio donde se crió, una opción más recatada que los countries a los que se mudaron varios colegas.
En los pasillos del espionaje, en estas horas, se especula sobre su relación con Jaime, director general de Operaciones y el espía más poderoso. Es cierto que fue una de sus principales manos, y esto alimentó versiones que señalaban su muerte como un ajuste de cuentas contra Jaime, quien se encontraba enfrentado en al menos dos internas dentro del organismo, la más conocida contra Fernando Pocino, otro peso pesado de la Secretaría. Sin embargo, las fuentes más certeras aseguran que "el Lauchón" había perdido la confianza de Jaime, aunque solo ellos sabrán por qué. ¿Quizá por eso nadie le avisó que lo estaban investigando? ¿Quizá por eso lo estaban investigando?
La Doble Cara del Peligro: Riesgos en la Línea del Deber
Los casos del suboficial Marín Cárdenas y de "el Lauchón" ilustran las múltiples facetas del peligro que enfrentan quienes se dedican a la seguridad y la inteligencia. Aunque sus roles y circunstancias difieren drásticamente, ambos comparten el denominador común de vivir en un entorno de alto riesgo, donde la vida puede cambiar en un instante debido a la violencia, la traición o las complejidades inherentes a sus profesiones.
| Aspecto | Suboficial Jhus Klinman Marín Cárdenas (Pichanaki) | Pedro Viale "El Lauchón" (Moreno) |
|---|---|---|
| Rol Principal | Suboficial de la Policía Nacional (USE) | Agente de Inteligencia (SIDE) |
| Contexto de Incidente | Control de disturbios y bloqueo de puente por manifestantes | Allanamiento policial contra banda criminal (fraude/narcotráfico) |
| Naturaleza de la Amenaza | Ataque directo de turbas con piedras y armas de fuego | Enfrentamiento armado con agentes de policía durante operativo |
| Estado Actual/Final | Grave, intubado, inconsciente en UCI | Fallecido por disparos (cuatro tiros) |
| Conocimiento Público del Rol | Uniformado, visible como fuerza del orden | Secreto, nombre de fantasía, trabajo encubierto |
| Causa Subyacente del Peligro | Protestas sociales violentas y polarización política | Redes criminales, intrigas dentro de la inteligencia |
| Víctimas Adicionales | 7 policías heridos, 2 manifestantes muertos, 44 heridos | 1 policía herido (por Viale) |
| Impacto Familiar | Padre desesperado buscando ayuda | Cuestionamientos sobre su vida y muerte en el espionaje |
Preguntas Frecuentes (FAQ)
¿Cuál es el estado de salud actual del suboficial Jhus Klinman Marín Cárdenas?
El suboficial Jhus Klinman Marín Cárdenas se encuentra en estado grave, intubado e inconsciente en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Central de la PNP en Jesús María, luchando por su vida tras recibir un balazo que afectó gravemente sus pulmones, hígado e intestinos.
¿Cuántos policías han resultado heridos en las recientes protestas en Perú?
Según cifras del Ministerio del Interior, aproximadamente 300 policías han resultado heridos en diversas regiones del país desde el inicio de las acciones vandálicas y disturbios, con al menos 4 de ellos en situación grave.
¿Quién era "el Lauchón" y por qué fue abatido?
"El Lauchón" era Pedro Viale, un exagente de la Secretaría de Inteligencia (SIDE) de Argentina con 36 años de servicio. Fue abatido por la policía durante un allanamiento en su casa, que formaba parte de una operación contra una banda criminal. Se especula que su muerte podría estar relacionada con intrigas internas dentro del organismo de inteligencia.
¿Se consideran los derechos humanos de los policías heridos en los informes de las ONG?
El artículo señala una crítica hacia algunas organizaciones de derechos humanos, como la CNDDHH, por no incluir a los policías y militares heridos en sus listas o informes, lo que genera la percepción de una selectividad en la defensa de estos derechos.
¿Qué tipo de riesgos enfrentan los agentes del orden y de inteligencia?
Los agentes del orden enfrentan riesgos directos en confrontaciones con turbas violentas, con posibilidad de lesiones graves o muerte por proyectiles y armas de fuego. Los agentes de inteligencia, por su parte, operan en un mundo de alto riesgo, con trabajo encubierto, infiltraciones en redes criminales y exposición a peligros derivados de la información que manejan y las intrigas internas de sus propias organizaciones.
La seguridad de una nación no es solo cuestión de estrategias y recursos, sino fundamentalmente de la valentía y el sacrificio de aquellos que están dispuestos a poner su vida en juego. Las historias del suboficial Marín Cárdenas y de "el Lauchón" son recordatorios sombríos de los peligros inherentes a sus profesiones y de la necesidad de reconocer y proteger a quienes, día a día, se exponen al peligro para salvaguardar la paz y el orden.
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