29/09/2025
La pandemia de COVID-19 redefinió la vida en todos los rincones del planeta, y con ella, la percepción y el rol de muchos colectivos sociales. Entre ellos, los efectivos policiales, quienes de la noche a la mañana se encontraron en la primera línea, no solo combatiendo la delincuencia, sino también haciendo cumplir las estrictas medidas sanitarias. Inicialmente, fueron aclamados como héroes, guardianes indispensables en un escenario de incertidumbre global. Sin embargo, lo que comenzó como un reconocimiento casi unánime, rápidamente se transformó en un torbellino de críticas, desconfianza y, en ocasiones, un doloroso desprecio. Este artículo profundiza en la compleja y a menudo ingrata realidad que enfrentan los policías y sus familias, un drama humano que se hace palpable a través del testimonio desgarrador de una madre, cuyo hijo vive en carne propia esta abrupta y dolorosa transición.

De Héroes a Señalados: La Cruda Realidad Policial en Tiempos de Crisis
Al inicio de la emergencia sanitaria, la imagen de la policía en las calles era sinónimo de protección y orden. Eran los encargados de asegurar el cumplimiento de la cuarentena, de asistir en situaciones de emergencia y de brindar una sensación de seguridad a una población atemorizada. Los aplausos espontáneos desde balcones y las muestras de agradecimiento eran habituales, un merecido reconocimiento a su incansable labor en un contexto de alto riesgo. Sin embargo, esta luna de miel con la sociedad fue efímera. En la provincia de Jujuy, un punto de inflexión marcó un antes y un después: el aumento de contagios de coronavirus entre los efectivos policiales, que llegó a 22 casos, sumado a una denuncia penal del propio gobierno contra dos agentes. Esta serie de eventos catapultó a la institución de la admiración al escarnio público. De repente, los policías, antes protectores, comenzaron a ser vistos como posibles focos de contagio, incluso acusados de propagar el virus por la provincia. Esta narrativa, alimentada por el miedo y, en ocasiones, por la desinformación, generó una ola de resentimiento que no solo minó la moral de los agentes, sino que también tuvo repercusiones devastadoras en sus vidas personales y familiares. La sociedad, antes agradecida, ahora señalaba con el dedo acusador, transformando a los héroes de la primera línea en chivos expiatorios de una crisis sin precedentes.
El Corazón de una Madre: El Testimonio que Conmueve a Jujuy
En medio de esta tormenta de desconfianza y estigmatización, la voz de una madre se alzó con una fuerza conmovedora, ofreciendo una perspectiva íntima y brutalmente honesta de lo que significa ser parte de la familia de un policía en estos tiempos inciertos. E.C., una madre de cuatro hijos, de los cuales uno decidió un día abrazar la carrera policial, compartió un testimonio en redes sociales que resonó profundamente en la comunidad. Su relato, teñido de amor incondicional y dolor, comienza recordando la decisión de su hijo de vestir el uniforme azul, una elección que ella, como madre, siempre apoyó sin titubeos. Describe el paso del tiempo, cómo su hijo se transformó de un joven con cabello largo a un hombre rapado con uniforme negro, y luego el definitivo azul, símbolo de su nueva vocación y del ingreso de ambos —madre e hijo— a un mundo desconocido. Nueve años de servicio, nueve años de pasión y entrega a su trabajo, pero también de desilusión ante las injusticias. La madre relata con una crudeza desgarradora cómo su hijo regresa de sus guardias con lágrimas en los ojos, compartiendo el peso del estigma social: “mamá, la gente en la calle nos acusa de portar el virus y haberlo propagado por la provincia...”. Este testimonio no es un mero lamento; es un grito de dignidad, una defensa apasionada del sacrificio y la dedicación de hombres y mujeres que, a pesar de la adversidad y la incomprensión, siguen cumpliendo con su deber. Es la voz de una familia que sufre en silencio las repercusiones de una condena pública inmerecida, una condena que ignora la humanidad detrás del uniforme.
Más Allá del Uniforme: El Estigma y los Desafíos Diarios
Las palabras de E.C. pintan un cuadro vívido de la dura realidad que los policías enfrentan cada día, mucho más allá de las comisarías y los patrullajes. Las acusaciones infundadas no se quedan en meros comentarios; se traducen en acciones que afectan directamente su vida cotidiana y su bienestar emocional. El rechazo en el transporte público, donde colectivos se niegan a llevarlos; la hostilidad en los controles vehiculares, con conductores que se niegan a bajar las ventanas y profieren insultos; y la constante sensación de ser observados con miradas acusadoras y estigmatizantes, son solo algunas de las humillaciones que deben soportar. Este estigma social genera una carga emocional inmensa, un sentimiento de injusticia que carcome la moral y la autoestima. La pregunta retórica, pero cargada de juicio, "¿entonces para qué eligió ser policía si ahora se queja?", revela una profunda falta de empatía y comprensión. Esta pregunta ignora por completo la genuina vocación de servicio que impulsa a estos individuos y la naturaleza impredecible de una pandemia. Ningún policía eligió su profesión con la expectativa de ser señalado como portador de una enfermedad, ni de ser objeto de ataques personales sin fundamento. Su trabajo, ya de por sí intrínsecamente riesgoso, se volvió exponencialmente más complejo y doloroso debido a la incomprensión y la hostilidad de una parte de la sociedad a la que juraron proteger. La exposición al virus es un riesgo tangible y reconocido, pero la exposición al juicio público y la difamación es una herida invisible que, a menudo, tarda mucho más en sanar y deja cicatrices profundas.
La Resiliencia de un Policía: Orgullo, Vocación y Servicio
A pesar de la campaña de desprestigio, las dificultades diarias y el peso del juicio social, el testimonio de la madre de Jujuy subraya una cualidad fundamental que define a su hijo y a sus compañeros: una increíble resiliencia. Lejos de ser cobardes, estos hombres y mujeres se levantan cada día, no solo para hacer frente a la amenaza de la pandemia, sino también para confrontar la crítica, el desmerecimiento y la hostilidad abierta. Existe un profundo orgullo en el uniforme azul que visten, una convicción inquebrantable de que su labor es esencial para el funcionamiento y la seguridad de la sociedad. La vocación de servicio es el motor que los impulsa, una fuerza interior que les permite creer que, a pesar de todo, están aportando su granito de arena para combatir la enfermedad, mantener el orden y proteger a sus conciudadanos. La madre, con la fuerza y la convicción que solo una progenitora puede tener, reafirma este valor fundamental con palabras poderosas: "ERES UN HEROE!!", le dice a su hijo, infundiéndole valor y recordándole que no está solo en esta difícil travesía. Este apoyo incondicional de la familia es crucial; es el pilar que sostiene a los efectivos policiales cuando el mundo exterior parece derrumbarse sobre ellos. La fe en su misión, el compañerismo dentro de la fuerza y el respaldo incondicional de sus seres queridos son las armas más poderosas contra la desmoralización, el agotamiento y el dolor de la incomprensión. Es un recordatorio palpable de que, detrás de cada uniforme, existe un ser humano con sentimientos, con una familia que lo espera y con un deseo genuino de servir a su comunidad, sin importar las adversidades.
| Aspecto | Percepción Inicial (Pre-Estigma) | Percepción Durante la Crisis (Post-Contagios) |
|---|---|---|
| Rol Principal | Protectores de la sociedad, garantes del orden. | Posibles propagadores del virus, objeto de desconfianza. |
| Reconocimiento Social | Aplausos, "héroes", respeto generalizado. | Acusaciones, insultos, miradas estigmatizantes. |
| Interacción Pública | Colaboración en controles, agradecimiento. | Rechazo en transporte, negación a cooperar. |
| Estado de Ánimo del Agente | Orgullo, motivación, sentido de cumplimiento del deber. | Desánimo, frustración, dolor por la incomprensión. |
Preguntas Frecuentes sobre la Percepción Policial
La situación descrita por la madre de un policía en Jujuy genera múltiples interrogantes sobre la compleja y a menudo tensa relación entre la sociedad y sus fuerzas de seguridad. A continuación, abordamos algunas de las preguntas más comunes que surgen en este contexto:
¿Por qué cambió la percepción pública sobre la policía durante la pandemia?
La percepción pública sobre la policía experimentó un cambio drástico por una combinación de factores. Inicialmente, la policía fue percibida como un actor esencial en la aplicación de las medidas sanitarias, el mantenimiento del orden y la asistencia a la población, lo que generó una ola de admiración y reconocimiento. Sin embargo, a medida que aumentaron los casos de contagios dentro de las fuerzas y surgieron denuncias o malentendidos sobre su rol en la propagación del virus, la confianza comenzó a erosionarse. El miedo colectivo, la desinformación que circulaba en redes sociales y la frustración general de la sociedad ante la prolongación de la crisis pudieron haber contribuido a que se buscara un "culpable", y la policía, al estar tan expuesta y visible, se convirtió en un blanco fácil para el estigma.

¿Cómo afecta el estigma social a los policías y sus familias?
El estigma social tiene un impacto profundamente negativo y multifacético. Para los policías, no solo se suma a los riesgos físicos y mentales inherentes a su trabajo, sino que también les provoca un dolor emocional significativo al ser acusados, rechazados o vilipendiados por la misma sociedad a la que sirven. Esto puede derivar en desmotivación, estrés crónico, ansiedad, agotamiento profesional e incluso depresión. Para sus familias, especialmente para los hijos y cónyuges, significa presenciar el sufrimiento de un ser querido, escuchar críticas injustas y, en algunos casos, enfrentar también el rechazo indirecto por ser "familia de policía". Esto puede generar un sentimiento de aislamiento, vulnerabilidad y una profunda frustración ante la incomprensión externa.
¿Qué riesgos enfrentan los policías en su trabajo diario, especialmente en crisis sanitarias?
Además de los riesgos tradicionales asociados con la delincuencia, el orden público y las situaciones de emergencia, en una crisis sanitaria como la pandemia, los policías enfrentan un riesgo de contagio considerable debido a su constante e inevitable interacción con el público. Están expuestos en cada control vehicular, en cada patrullaje, en cada intervención y en cada contacto ciudadano, sin poder mantener siempre la distancia social o las medidas de protección óptimas. A este riesgo físico se suma el riesgo psicológico de lidiar con la tensión social, la desinformación, las agresiones verbales y el cambio abrupto en la percepción pública, lo que puede llevar a un severo desgaste emocional y psicológico.
¿Cuál es el rol de la familia en el apoyo a un efectivo policial?
El rol de la familia es absolutamente fundamental y, a menudo, subestimado en la vida de un efectivo policial. Son el principal pilar de apoyo emocional y psicológico. La familia es el refugio seguro donde el policía puede desahogarse, encontrar comprensión, ser escuchado sin juicio y recibir la motivación necesaria para continuar. El aliento incondicional de una madre, un padre, un cónyuge o un hijo puede ser la fuerza vital que impulse al agente a seguir adelante, a pesar de la adversidad y la incomprensión externa. Su apoyo es crucial para mantener la salud mental, la moral y la vocación de servicio del efectivo policial, permitiéndole enfrentar los desafíos con mayor fortaleza.
¿Cómo se puede mejorar la relación entre la sociedad y la policía?
Mejorar la relación entre la sociedad y la policía es un desafío complejo que requiere un esfuerzo mutuo y sostenido. Por parte de la sociedad, es crucial fomentar la empatía, buscar información verificada y evitar generalizaciones o prejuicios basados en casos aislados o rumores. Es fundamental reconocer que los policías son seres humanos, con sus propias familias, y que cumplen un rol esencial, a menudo en condiciones de alto estrés y riesgo. Por parte de la policía, se requiere transparencia, profesionalismo continuo, un fuerte enfoque en la capacitación en derechos humanos y un compromiso activo con la comunicación comunitaria. Programas de acercamiento, educación cívica sobre el rol policial y un diálogo abierto y constructivo pueden ayudar a reconstruir la confianza y el respeto mutuo, elementos indispensables para una convivencia armónica y segura en cualquier comunidad.
El relato de la madre de Jujuy es un recordatorio conmovedor de que detrás de cada uniforme hay un ser humano, con sus miedos, sus esperanzas y, sobre todo, una familia que sufre y se enorgullece a partes iguales. La dolorosa transición de héroes a señalados es una herida abierta que exige ser reconocida, comprendida y, en la medida de lo posible, sanada. Es fácil lanzar críticas desde la distancia y emitir juicios rápidos, pero es fundamental que la sociedad comprenda la complejidad y el sacrificio inherente a una profesión que exige dedicación y valentía, especialmente en momentos de crisis sin precedentes. El llamado de esta madre a la reflexión es un clamor por la justicia, por la empatía y por el reconocimiento de que la policía, con sus virtudes y sus defectos, es una parte indispensable de nuestra estructura social. Su labor, a menudo ingrata y silenciosa, merece ser valorada y apoyada, porque al final del día, son ellos quienes están en la calle, velando por nuestra seguridad y nuestro bienestar, incluso cuando el viento de la opinión pública sopla en su contra. Las palabras de esta madre resuenan como un eco de esperanza y un llamado a la unidad: "VAMOS POLICIAS DE JUJUY!!, ESTA BATALLA LA GANAMOS ENTRE TODOS!!".
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